Hace
varios años en la ciudad de Breda nació un niño, llamado Lorenzo.
Este niño no era un niño cualquiera ya que a medida que fue
creciendo tuvo un gran deseo por la pintura y por saberlo todo sobre
ella.
Lorenzo era un niño de estatura media, muy listo de pelo moreno y ojos oscuros, su madre estaba muy contenta de tenerle como hijo. Cada mañana Lorenzo se levantaba de su cama y se iba a la escuela para aprender, porque quería que su familia viviera mejor, como las familias de los demás niños de su clase, pero lo que Lorenzo no sabía era lo que le esperaba.
Lorenzo era un niño de estatura media, muy listo de pelo moreno y ojos oscuros, su madre estaba muy contenta de tenerle como hijo. Cada mañana Lorenzo se levantaba de su cama y se iba a la escuela para aprender, porque quería que su familia viviera mejor, como las familias de los demás niños de su clase, pero lo que Lorenzo no sabía era lo que le esperaba.
A
medida que fueron pasando los años, Lorenzo obtuvo todos sus
estudios y comenzó a trabajar para ayudar a su padre, pero en cuanto
tenía un rato libre se escapaba para pintar algún paisaje de su
ciudad, la gente en el mercado, las casas de sus vecinos e incluso a
su madre. Sus dibujos eran maravillosos, algo increíble, pintaba con
mucho sentimiento y le daba vida a todo lo que no la tenía.
Él
ya estaba acostumbrado ha que todo el mundo le dijera lo mismo, tanto
que se lo creyó y decidió dejar de trabajar con su padre para
dedicarse a la pintura, un pequeño puesto en el mercado de su
ciudad, nada importante, pero que le traería muy buena suerte.
Una
semana después Lorenzo tenía todo tipo de clientela, personas que
venían desde muy lejos solo para ver lo que pintaba, hasta que un
día el rey Felipe IV cansado de oír hablar sobre las maravillosas
manos de aquel joven decidió ir a la ciudad de Breda, para
conocerle. Cuando el Rey llegó todo el mundo se quedó pasmado,
porque no podían creer que tan importante persona hubiese ido a
conocer a un simple hidalgo, pero así era, el rey estaba allí y
hablo larga y plácidamente con el joven hasta que estrecharon sus
manos y el rey volvió a su palacio, nadie sabía lo que habían
hablado, ni siquiera sus padres, pero Lorenzo tampoco podía decirlo,
solo sabemos que desde aquel instante la vida de Lorenzo cambió para
siempre. A la mañana siguiente Lorenzo se levantó muy temprano,
recogió un par de mudas, una botella de agua y un pedazode pan y
se marchó de casa dejando una nota a sus padres, la cual decía:
“Debo
ausentarme una temporada, no os preocupéis por mi, estaré bien.”
El
palacio quedaba bastante lejos, al llegar se quedó con la boca
abierta al ver tan enorme palacio, con todo tipo de lujo, pero más
aún cuando vio a la hija del rey esperando junto a la puerta su
llegada.
Aquella
joven era hermosa, de cabellera rubia y ojos claros, una piel blanca,
como la porcelana, y una sonrisa que deslumbraba, en aquel mismo
instante se enamoró de aquella joven pero él sabía que no debía
hacerlo porque no le convenía, ya que era la hija del rey, el cual
le había ofrecido un trabajo en palacio.
Tan
pronto saludó a la joven, se dispusieron a ir a la biblioteca para
hablar con el rey y con su válido. Lorenzo estaba especialmente
nervioso, no sabía de que forma hablar con el rey, ni como referirse
a su persona, aunque con su hija al lado todo le daba igual, solo
pensaba en lo bella que era aquella joven, pero todo ese sueño
terminó, al cruzar las puertas hacía la biblioteca.
Allí
estaba el rey junto con su válido y otra persona más que no llega a
reconocer pero que parecía bastante importante,sobre todo por el
lenguaje que utilizaban en la conversación, cuando da dos pasos más
logra reconocerlo. No se lo podía creer, su mente lo único que
gritaba era “¡ES VELÁZQUEZ!”, todo aquello le parecía un
sueño, pero no, no lo era. Allí estaba el mismísimo Velázquez en carne
y hueso, dispuesto a que Lorenzo le ofreciera su ayuda en una obra,
una obra que le había mandado el rey realizar y que casualmente era dedicada a su ciudad, Breda.
Un
año después, llegó Lorenzo de nuevo a palacio, pero esta vez junto
con Velázquez, su maestro y fiel amigo, fueron a entregarle la obra
realizada al rey, el cual se le saltaron las lágrimas al ver
semejante obra llena de pasión, color y sobre todo de mucho amor.
Desde
aquel mismo momento Velázquez recorrió el mundo con su aprendiz
Lorenzo, quien había cumplido su sueño de conocer a su pintor
favorito.
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